jueves, 2 de octubre de 2014

Mosselbaai




Mosselbaai o Mossel Bay es un pequeño pueblo costero a unos 50 kms de George, la capital de la Garden Route. 

Las guías no hablan demasiado bien de él, pero de todos modos recomiendan la visita al casco antiguo y al complejo de B. Dias, explorador portugués que desembarcó en esa ciudad hace un porrón de años. 

La cuidad recibe ese nombre porque los primeros holandeses que llegaron vieron que había mejillones (Mossels en Holandés) y bautizaron la zona con ese nombre. A pesar de su nombre, no me pareció que los mejillones fueran algo especialmente importante para ellos, los restaurantes ofrecían mucho pescado, pero no hacían especialmente hincapié en los mejillones como cabria esperar por su nombre.




La primera parada fue la playa de Dias Beach, mis pies no podrían resistir más la tentación y necesitaban con urgencia sentir la arena y el agua del mar. El resultado fue el siguiente



Aunque, por si lo dudabais lo pasé como una enana.






La playa en sí no valía mucho, demasiado metida por los edificios que tienen unas alturas que podríamos haber estado en Benidorm, pero era la necesidad de ver el mar lo que nos hizo disfrutarla tanto.

Tras esa primera parada, seguimos ruta hasta el B. Dias Complex, complejo que combina museo al aire libre y cubierto. La entrada es gratuita a excepción del museo en el que tienen una reproducción del barco con el que llego a estas costas el explorador. Nuestra principal meta, ver la post office tree, la oficina de correos más antigua de Sudáfrica y que es nada más y nada menos que un árbol. Una anécdota graciosa.




Tras ver el complejo y dar un paseo por la ciudad






nos dirigimos a la zona del cabo St Blaize en el que se alza uno de los faros más antiguos del país. Al pie del faro empieza una ruta de 13 kms por la costa. Desgraciadamente no llevábamos el calzado adecuado por lo que solo pusimos hacer un tramo muy cortito, pero lo suficiente para alejarnos de la gente y sentarnos en el acantilado a otear el horizonte y… sorpresa! Pudimos ver delfines y una ballena a lo lejos salpicando agua con la cola.



La última parada fue el faro en sí mismo, un bonito edificio de piedra que se puede visitar por dentro, previo pago de no me acuerdo qué cantidad, aunque su mismo personal nos dijo que no merecía la pena. 




Una pequeña ciudad que merece una parada rápida y que puede ser tu paraíso si estás amueblando una casa, ya que tiene gran cantidad de tiendas de segunda mando, antigüedades y decoración.



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